24 de agosto de 2011

Se juegan las últimas esperanzas

Por: Horacio Lachman(ambito Financiero)
La economía de los países de mayor desarrollo se está frenando en momentos en que parecen agotadas las políticas anticíclicas y cuando, lejos de estar estudiándose en las naciones líderes cómo salir del pantano, se pretende combatir la crisis financiera con dolorosos ajustes llamados a precipitar la caída de la actividad. En ese contexto, la probabilidad de una nueva recesión no es «alta» como por discreción señalan la mayor parte de los expertos, sino que es del 100%. El interrogante es cómo va a contenerse la caída.

Las cifras recientemente difundidas de la organización que agrupa a las 34 economías de mayor desarrollo del planeta, la OCDE, confirmaron la debilidad y la tendencia negativa de la actividad productiva en el conjunto de naciones que concentran el 80% del PBI mundial. Se está frente al cuarto trimestre consecutivo de desaceleración, y la expansión en el segundo trimestre del año fue de apenas un 0,2% respecto del primero, con un crecimiento anualizado del 1,6%. Los 7 países más industrializados, que conforman el G-7, crecieron en el segundo trimestre también sólo un 0,2%, un porcentaje semejante al de la OCDE, igual que la zona euro, mientras EE.UU. un 0,3%, Alemania un 0,1 y Francia un 0%.

La evolución del oro y los metales preciosos es en este sentido elocuente de cómo las crisis fiscales de las grandes potencias están dando lugar a la huida del papel moneda emitido por Estados Unidos. La onza desbordó el lunes ampliamente los 1.900 dólares y pese a la toma de ganancias de ayer sigue acumulando un incremento del orden del 50% en los últimos 12 meses.

Las políticas fiscales, cuando se limitan a los recortes presupuestarios, no pueden ser sino recesivas y lejos de fortalecer la confianza tienden a debilitarla por resultar inviables. Los mercados temen que desde el poder se esté buscando profundizar la crisis más que enfrentarla.

Por eso todas las expectativas están puestas en lo que pueda hacer la Reserva Federal norteamericana. Después de largos años de políticas cada día más expansivas, que desembocaron en gigantescos desequilibrios macroeconómicos en EE.UU. y en el mundo, y dos recientes planes de emisión para financiar el déficit fiscal (QE1 y QE2) que dieron lugar en pocos años a la triplicación de la base monetaria, Ben Bernanke, titular del Banco Central de EE.UU. ve también su capacidad de maniobra también limitada por los magros frutos de su actuación y debe hacer frente a un constante cuestionamiento.

Los mercados alientan una esperanza de que aparecerán soluciones en el discurso que el titular del Banco Central norteamericano Ben Bernanke debe pronunciar este viernes. Algunos expertos sugieren que la Fed podría tratar de calmar las cosas aplicando una herramienta que se utilizó en la década de 1960 llamada Twist Operation, recordando el popular baile de esos años. La entidad, sin aumentar la emisión duramente criticada desde los sectores más ortodoxos, podría comprar bonos a largo plazo y simultáneamente vender bonos de corto plazo de su gigantesca cartera, que la hace el mayor inversor mundial en deuda norteamericana. Esa política podría impulsar la suba de las tasas de los bonos de corto plazo -que parecen bajo control con la política anunciada días pasados de mantener el financiamiento al sistema vía Fondos Federales hasta 2013 en un nivel cercano a 0- e impulsaría hacia abajo las tasas de largo plazo, favoreciendo el crédito hipotecario y permitiendo también un mejor financiamiento al Tesoro norteamericano.

Pero las constantes manipulaciones en los mercados de bonos no alcanzan a superar los problemas profundos de solvencia que afectan a los Estados y a los deudores hipotecarios y repercute sobre la cartera de los bancos tanto en Europa como en EE.UU. La banca europea, junto a su pérdida de valor en Bolsa, enfrenta crecientes problemas de liquidez, con suba de tasas en el sistema interbancario y apelando con mayor intensidad al Banco Central Europeo. La Reserva Federal se muestra preocupada por la baja liquidez de las filiales de los bancos europeos en EE.UU.

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