–Lo vi por primera vez cuando fue uno de los observadores, en Colombia, a aquella extraña situación durante la llamada operación Enmanuel. Fue una observación frustrada, porque nos engañaron a todos. En un momento se acercó y me dijo: “Si esto es así, somos todos unos boludos”. Me produjo curiosidad tanta franqueza y tanta espontaneidad en la boca de un ex presidente que había viajado hasta Colombia en medio de una crisis tan compleja como la de mi país en ese terreno. Después, antes de asumir, yo viajé a Buenos Aires y cenamos juntos. Antes de cenar le regalé una camiseta de Racing con el nombre de Moreno en la espalda. Se puso muy contento. Luego comenzamos a hablar sobre la crisis entre Colombia y Venezuela y pudimos avanzar con mucha franqueza. Usted sabe, a veces los políticos tenemos un sexto sentido para sentir confianza con otro político. Quedamos en progresar rápidamente para superar la crisis, que era muy peligrosa. El tenía buena relación con Hugo Chávez y preguntó qué podía hacer. “Ayúdanos”, le dije. Volví a Bogotá y sentí que él se había puesto en movimiento. Me llamaba, llamaba a otros presidentes. Me di cuenta de que cuando decía que América del Sur no podía darse el lujo de un enfrentamiento entre dos países lo decía de un modo desinteresado, genuino. Cuando uno siente que otro lo va a ayudar en serio, la confianza aumenta.
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