Altos funcionarios y expertos de los Gobiernos de Nicolas Sarkozy y Angela Merkel aceleran las gestiones para formar un núcleo duro dentro del euro. La gravedad de la crisis de la deuda soberana ha desatado todas las alarmas de Berlín y París, que están dispuestos a todo para superar la crisis. Representantes de ambos Gobiernos habían consultado esta iniciativa al máximo nivel con los países más próximos al área del antiguo marco y del Benelux (Holanda, Bélgica, Luxemburgo), según fuentes conocedoras de estas conversaciones.
En los trabajos preparatorios se han abordado los aspectos fiscales con vistas a armonizar los principales impuestos y a la creación de un ministerio común para facilitar estas tareas. El impulsor de este movimiento es el presidente francés Nicolas Sarkozy, pendiente de las elecciones de la próxima primavera y sobre todo con la preocupación de no perder la calificación de triple A de su deuda soberana.
En estos trabajos preparatorios, París cuenta con la inestimable ayuda de ex altos funcionarios europeos para analizar los aspectos ligados a las necesarias reformas del Tratado. Otras fuentes apuntan a que en una primera etapa el núcleo duro del euro, que promueven Francia y Alemania, estaría formado por un total de nueve países entre los que se incluiría España, que en las últimas semanas ha ganado una notable credibilidad y se ha distanciado claramente de Italia.
París y Berlín estiman que solo deben compartir la moneda única los países que son capaces de mantener a rajatabla la disciplina fiscal.
En las últimas dos semanas, el presidente francés ya había dado algunos indicios de que el futuro pasa por un “núcleo duro” de la zona euro, y por una alianza estratégica reforzada del eje París-Berlín. La última ocasión fue el martes, en Estrasburgo; hablando ante un grupo de estudiantes, Sarkozy dijo que la Europa a dos velocidades, con la zona euro avanzando más deprisa y de forma más integrada que el grupo de los Veintisiete, era el “único modelo posible” para el futuro.
Sarkozy ha abrazado hasta ahora todas las tesis alemanas sobre la solución de la crisis del euro sin rechistar, pues sabe que se juega la posible pérdida de la calificación triple A, que Moody’s puso hace tres semanas en cuarentena.
Durante la entrevista televisiva en la que Sarkozy explicó a los franceses los resultados de la última cumbre de Bruselas, sus alabanzas a la solidez y el rigor de “los amigos alemanes” fueron continuas, y Sarkozy enunció que la estrategia para sacar a Europa del pantano pasaba por cumplir las condiciones del pacto de estabilidad y por reforzar aún más los vínculos con Berlín. “Juntos formaremos un gran equipo que partirá a la conquista de nuevos mercados”, llegó a afirmar.
Entre promesas de ilimitada prosperidad, Sarkozy hizo saber también aquella noche a sus paisanos, si bien de forma más colateral y elusiva, que los dos países habían decidido coordinar y armonizar sus leyes financieras y sus presupuestos. Dada la posición de fuerza de Alemania, el reconocimiento implica que las cuentas y las reformas francesas van a ser vigiladas desde este momento por Berlín, que por cierto ayer mismo felicitó oficialmente al Elíseo por el anuncio de las medidas antidéficit aprobadas por París este lunes.
La oposición de izquierdas y diversos analistas han subrayado en los últimos días que Francia es cada vez más dependiente de Alemania, y algunos medios como Le Monde han señalado que Sarkozy parece haber optado por olvidar sus ambiciones de liderar el sur de Europa para echarse en brazos de la canciller Merkel. Todo, con la idea de salvar la triple A y poder presentarse a las presidenciales en abril con alguna garantía de ser reelegido. Como dijo el propio Sarkozy durante un receso en Bruselas: “Si perdemos la triple A, estoy muerto”.
La iniciativa de Merkel y Sarkozy ha provocado una lógica irritación al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, que ha visto cómo a medida que ganaba fuerza el directorio franco-alemán, la Comisión iba perdiendo relevancBarroso advirtió ayer de que “una unión dividida no funcionará”. A su juicio esto se aplicaría a “una unión con un núcleo integrado y una periferia desconectada; una unión dominada por un malsano equilibrio de poder o un tipo de directorio”. Para Barroso todos estos supuestos “son insostenibles y no funcionarán a largo plazo”.Barroso reaccionó finalmente ante la peligrosa deriva de división interna de la UE, que se llevaría por delante medio siglo de método comunitario. Barroso eligió como escenario para su toma de posición la Fundación Adenauer de Berlín y una fecha triplemente emblemática: el fin de imperio alemán que significó el final de la I Guerra Mundial en 1918; la noche de los cristales rotos contra los judíos en 1938 y la caída del muro de Berlín en 1989. El presidente de la Comisión se postuló frontalmente contra la Europa a dos velocidades que impulsa el directorio de Merkel y Sarkozy.
En este contexto, el ex primer ministro portugués aseguró que la Comisión “defenderá tenazmente su papel como garante de los intereses de todos los Estados miembros y de la integridad del mercado único y de la moneda única”. Y recordó que solo dos Estados tienen el derecho a no adoptar el euro (Reino Unido y Dinamarca) y que según los Tratados establecen que el acceso al euro “es una obligación y no un derecho”.
También manifestó su rechazo a la división de la zona euro el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, quien manifestó ayer que “el objetivo es mantener unida la eurozona, con todos sus 17 miembros a bordo”.
Barroso presentará varias medidas antes de fin de mes, entre las que destaca la profundización de la vigilancia presupuestaria. La nueva regulación permitirá “a la Comisión y al Consejo examinar los proyectos de presupuestos nacionales y adoptar una opinión sobre ellos antes de su adopción por los Parlamentos nacionales, exigiendo una segunda lectura en casos graves”.
Además “la Comisión controlará la ejecución del presupuesto y si es necesario sugerirá enmiendas a los largo del año”, según detalló el presidente.
Igualmente significativa será la presentación de un Libro Verde sobre la creación de eurobonos, una iniciativa reclamada por numeroso dirigentes europeos de la mayoría de partidos. Se tratará de unos “bonos de estabilidad” que estarán “diseñados de manera que compensarán a aquellos que cumplen las normas y no lo harán a los que no las cumplen”.
Nota de El Pais
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