China ya es el segundo socio comercial de Argentina, solo por detrás de Brasil, pero lo más significativo de las relaciones entre los dos países no es el sostenido incremento del comercio en la última década, sino la reciente aparición de China como un inversor muy activo: en pocos meses, empresas estatales chinas han comprado participaciones importantes en una petrolera y en empresas mineras argentinas, se ha hecho con la filial local de un banco internacional y se disponen a invertir miles de millones de dólares en la rehabilitación de un ramal ferroviario de más de 1.400 kilómetros y en la limpieza de uno de los ríos más contaminados del mundo, la llamada Cuenca Matanza-Riachuelo. Todo ello al tiempo que, por supuesto, se consolida la presencia de Argentina como un suministrador estratégico de materias primas, sobre todo soja y derivados, pero también de maíz y de otros productos agroalimentarios y mineros.
Argentina no ha sido hasta ahora el principal socio de Pekín en lo que irónicamente algunos empiezan a llamar “Lachinamérica”, porque ha estado situada siempre por detrás de Brasil y de Chile, pero, pese a las peleas puntuales y a los repentinos bloqueos de importaciones que se han producido, en los últimos tiempos es continuo el ir y venir de comisiones técnicas, delegaciones empresariales y ministros de los dos países. En estos momentos, todas y cada una de las 23 provincias argentinas (más la capital, con estatuto propio) tienen proyectos en marcha con China. El canciller Héctor Timerman destacó hace poco “el dinamismo de las inversiones” y reconoció el papel estratégico que concede Argentina a sus relaciones con Pekín: “China es un socio clave para el desarrollo económico de Argentina”, afirmó en su última visita oficial.
“La voluntad de nuestro gobierno es profundizar la cooperación con Argentina”, aseguró en una reciente conferencia de prensa el consejero comercial de la embajada china,Yang Shidi, que resaltó la voluntad de “diversificar” la inversión. Las exportaciones a China de soja y derivados argentinos, que han sido decisivas en la recuperación económica de Argentina tras la catastrófica “crisis del corralito”, seguirán siendo el núcleo central del comercio (en los seis primeros meses de 2011 ha vuelto a crecer un 12%), pero China no quiere limitarse a exportar productos manufacturados de bajo coste, sino ampliar su presencia en otros sectores.
La presencia china en Argentina, durante décadas limitada al pequeño Barrio chino de Buenos Aires, ya no se reduce tampoco a los miles de pequeños supermercados (que algunas cifras oficiosas calculan en 40.000) que hay en todo el territorio argentino. Ahora estarán también presentes en el mundo financiero local, con la creación de una tarjeta de crédito para dar servicio a esa red de tiendas y la compra del noveno banco del país, la filial argentina del Standard Bank, por el que China ha pagado cerca de 500 millones de euros.
Entre los acuerdos empresariales más importantes figura la puesta en marcha del yacimiento de hierro de Sierra Grande, que exportó mineral a China ya en 2010 y que está en manos de la Metallurgical Corporation de China Ltd; la compra del 50% de la petrolera Bridas, por la que se iban a pagar 2.250 millones de euros y que fracasó en el último minuto y no por culpa china; o el importante proyecto de rehabilitación del Ferrocarril Belgrano Cargas, que pretende reintroducir el tren como medio de transporte de mercancías, no solo agropecuarias sino también minerales y fertilizantes y abrir el llamado “paso entre el Pacifico y el Atlántico”, ahora reducido al trafico de camiones. La operación esta financiada por el Banco de Desarrollo de China y será realizada por la Compañía China de Exportación-Importación de Máquinas y Equipos (CMEC).
El interés de China por el acceso a reservas de petróleo es de sobra conocido: “No hay un CEO de una petrolera latinoamericana importante, ni uno solo, con el que los chinos no hayan hecho contactos”, afirmaba recientemente el diario económico argentino El Cronista, que recordaba los recelos provocados por el fallido intento de hacerse con YPF Repsol, que generó inmediatamente resistencias en Buenos Aires y en Madrid.
Tantos recelos como el petróleo provoca en Argentina la posibilidad de que China no se limite a comprar soja o maíz, sino que compre la tierra en que se produce. Una cosa es firmar, como hizo recientemente el ministro de Agricultura, acuerdos para garantizar determinados suministros de carne, cebada, lácteos, manzanas y bambú, por ejemplo, y otra que alguna provincia haya decidido “ceder” a una empresa china más de 300.000 hectáreas para el cultivo de soja. El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner ha anunciado ya una ley, parecida a la que ya existe en Brasil, para limitar al 20% de tenencia total de tierras rurales en manos extranjeras, con un tope de 1.000 hectáreas en manos de la misma persona o empresa no argentina.
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