Susy Vió haciendo lo que mejor sabe hacer, mandar fruta.
En la avenida 9 de Julio, las estructuras que este fin de semana iban a soportar las gradas y las columnas de sonido del “Carnaval de la Alegría 2012” han quedado abandonadas.(Eso, nunca mas nadie las va a ir a sacar. HORROR) Ni las quitan ni se anuncia hasta cuándo permanecerán allí (Suponemos que si están ahi, esporque todavía no decidieron que hacer ¿no?). Tirar la casa por la ventana era la consigna, como con los festejos del Bicentenario (si, lo básico del Bicentenario fue tirar la casa por la ventana): desfile de murgas apadrinadas por el “espacio feliz y democrático” (veo que las comillas es transversal en el periodismo independiente) de La Cámpora, letras salidas de la fina pluma (irónicaaaa) de Carlos Figueroa, el nuevo gerente de noticias del canal oficial y cantante de “Los Dandys de Boedo”: “Argentina está tranquila/ con Cristina en la Rosada”. Fiesta, Fuerza Bruta, fútbol y automovilismo para olvidar el ajustazo (Ajustazo? Donde?) , las aventuras comerciales del vicepresidente y sus amigos (tan parecidos a los gandules pueblerinos que Fellini mostró en Los inútiles ), los lujetes de su despacho-spa y la curiosidad de los gendarmes por la vida y los milagros de militantes clasistas (juro que en esta parte me perdí ¿me aclarás?). Esa filosofía del jolgorio se explicitó en el clip oficial del evento: “nada grande se puede hacer con la tristeza”, se escucha vociferar en el remate, una cumbre del pensamiento nac&pop que le pasa el trapo a siglos de cultura, de Virgilio a Pessoa, de Madame Butterfly a La Cumparsita (a estas a full Susy, si Don Arturo era un crack para las frases sencillas). Pero a la Presidente alguien la ha convencido de que la jarana y el espectáculo pagan (jarana. OK). Entonces, cuando las penas llegan –y, se sabe, no llegan de a una, llegan en batallones– la consigna es alejarse del dolor, desvincularse de la desgracia y desaparecer (Si, la presidenta le escapa al dolor, nunca llora en público, ni hace referencias a las tragedias personales y colectivas. Buen punto (?)). Es un recurso. Hay mujeres que se hunden en el ostracismo para siempre, como Greta Garbo, y otras que huyen de la responsabilidad y se encierran hasta que pase el chubasco. María Estela Martínez de Perón, Isabelita, estaba entre estas últimas: solía internarse en una clínica cada vez que las papas quemaban. Culpa del colon irritable, justificaban los médicos de Presidencia.(Uy, comparas a Cristina con Isabelita. 2 gotas de agua)
Desde que el miércoles por la mañana una formación del ferrocarril Sarmiento se incrustó en los topes neumáticos de la estación de Oncenadie ha vuelto a saber nada de Cristina Fernández (Eso, nadie). La única noticia fue un comunicado de circunstancias que expresó el pesar del Gobierno y del pueblo por el estrago que, en pleno centro de la capital, dejaba decenas de muertos y centenares de heridos arriba de un tren de TBA, concesionada a la familia Cirigliano, benefactora del ex secretario del área Ricardo Jaime, niña mimada de los subsidios y el poder “K”, una joya de los negocios tercermundistas.(Y que habia que hacer, según vos, Susy?)
Lo habían advertido los activistas ferroviarios, con el “pollo” Sobrero a la cabeza, las auditorías de Leandro Despouy, los informes del Defensor del Pueblo adjunto Juan Mínguez y, por sobre todo, lo intuían en cada viaje decenas de miles de pasajeros convertidos en muertos con licencia. El Poder Ejecutivo desoyó las alertas, persiguió a los sindicalistas que denunciaban y siguió mimando con miles de millones a Cirigliano; los partidos opositores, salvo excepciones, se mostraron más preocupados por el aumento de las dietas y las prácticas autofágicas que por este genocidio potencial. Todos los elementos para un desenlace fatal estaban sobre la mesa. Sólo faltaban la fecha y la hora. Lo que iba a ocurrir cualquier día de éstos, sucedió el miércoles: ésa es la esencia misma de la tragedia. (La esencia de la tragedia es que sucede un día a una hora. Ajá)
Los familiares recorrieron la ciudad en busca de sus desaparecidos (como estamos con las metáforas, guau). Pero había una desaparecida por cuya presencia clamaron y claman aún la prensa y las redes sociales: la Presidente Ah, bueh, nos estamos llendo al joraca me parece). Era ella la que no estaba en los lugares donde se la debía haber visto, en las morgues y en los hospitales a los que debió haber llevado el consuelo y el pésame en representación de los 40 millones de argentinos que, entre otras cosas, también le han delegado esa función, la de expresarlos en los momentos sombríos (Me imagino que si Cristina hubiera ido a alguna morgue, la hubieses tratado de oportunista, por lo menos). A cambio de eso, Cristina Fernández hizo llegar sus condolencias por escrito, desechó la cadena nacional para referirse al desastre y el Ejecutivo decretó dos jornadas de duelo nacional por los 51 muertos del tren (O sea, tenía que existir una cadena nacional y una presidenta en hospitales y morgues. Si hay un lugar para un presidente es un hospital en medio de una catástrofe). Un día menos que los que merecieron Néstor Kirchner, Facundo Cabral o Mercedes Sosa, quizás en previsión de que el montaje carnavalero pudiera trasladarse al sábado. (En serio que estás con bronca, relajate un poco y dejá de especular otro poco. Dale, te tengo un poco mas de fe que a Majul)
Fue el secretario de Transporte Juan Pablo Schiavi quien salió al ruedo para recordar que accidentes ferroviarios hubo en Los Angeles, en Valencia, en Portugal, que en todas partes se cuecen habas y si hubiera sido un día feriado y los argentinos no tuvieran la maldita costumbre de amontonarse en los primeros coches el costo hubiese sido mucho menor. (Un papelón lo de Schiavi, estamos de acuerdo) El tono intrascendente empleado por el secretario engarzaba a la perfección con la hipocresía de los contenidos. Es que, a esas alturas, el aparato comunicacional del Gobierno había colapsado (Colapsado como el tren quedaba como piña, se te escapó). Sin línea y habituado a un férreo verticalismo, eligió refugiarse en el silencio. Salvo algún flash peregrino, la tevé pública omitió hasta el mediodía informar de los hechos que se desarrollaban en Plaza Once porque sus gerentes de noticias esperaban “directivas” (es serio, revisen este tema de las comillas, porque no sabemos que corno están citando, si son irónicos o que cuernos quieren decir) ; un “especial” (Y dale con pernía) contó por la noche lo que se había silenciado a la mañana y los programas “de opinión” fueron levantados para evitar meterse en honduras. El infortunio quiso que el veinteañero al que la familia buscaba con desesperación fuera hijo de un profesional de Canal 7 (Ah, y por eso el canal pasó la tragedia. Bien.) . El crash tenía así un reflejo directo sobre los trabajadores de la televisión pública. El coro, agrietado por el impacto, comenzó a desafinar. Algún columnista puso a resguardo su dignidad profesional recordando que algo tiene que ver el Estado en este desenlace brutal; otro, en cambio, dedicó sus minutos a elogiar el espíritu solidario de los argentinos y la de más allá puso bajo la lupa el (mal) comportamiento de los medios, el más popular de los deportes kirchneristas.
Nada pudo impedir, sin embargo, que el viernes, tras el hallazgo del cuerpo de Lucas Menghini Rey entre los hierros del convoy, la furia se desatara y comenzara a sonar el estribillo que desde el 2001 puebla las pesadillas de presidentes y presidenciables: “que se vayan todos” (A donde sonó el estribillo?). Ese fue el temor que vertebró la estrategia populista de Kirchner; ese fantasma le hizo anudar alianzas y relaciones, establecer pactos pampa con aquellos a los que nunca antes había considerado, lo obligó a sacar de la manga un pasado ilusorio, a sobreactuar principios que nunca enunció (eso, descartá toda la bronca, toda la furia contenida). Ahora, un cartel de “Vende o Alquila” ocupa el frente del local donde funcionó la Fundación Sueños Compartidos (que pedo tiene que ver!!!); los precursores del “capitalismo de amigos” están contra las cuerdas (los precursores del capitalismo de amigos en Argentina son los militares, pero no entiendo a quien te referis), la política de subsidios naufraga (descarrilla quedaba mejor. O se queda sin frenos), la “juventud maravillosa” devora a los hombres del PJ (uh, lo que faltaba, reivindicar al pejotismo. Genial) y su hambre insaciable apunta a los viejos soldados del kirchnerismo (tremendo. Todo pasado fue mejor. Hasta un pasado K), sale a la luz el espionaje político (mentira), la represión a los opositores se orienta desde la periferia al centro (represión a opositores?), lo que estaba atado y bien atado se desmanda ¿desmanda?), un juez federal excéntrico y desprestigiado es el investigador serial de los chanchullos que manchan al Gobierno (Investigador serial es muy bueno), un personaje menor, camorrero y malhumorado, sin demasiadas luces ni demasiado tino digita la política y marca el rumbo de la economía. (No se por qué habla asi de alguien, quien digita la economía es Cristina) ¿Se trata del fin del principio o del principio del fin del sueño plebiscitario y hegemónico? (que lindo sería para ustedes) Quizás sea, sencillamente, que el cristinismo ha empezado a recorrer su propio camino. Un voladizo muy estrecho al que suele llamar “la profundización del modelo” (Que manera de no entender nada. Ojo, hablo de mi. Debo ser yo)
Las comillas deben ser obligatorias. Por cierto: cuando Susi habló del "colon irritable" pensé que era una referencia a Néstor (según la obsesionada idea de la desperfilada revista de Fontevechia)
ResponderEliminar¿Será demasiado decir que Susi descarriló hace mucho tiempo?
Diario de una resentida. Capítulo... ya me perdí.
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