29 de marzo de 2012

El gran Luis M

La prepotencia del Gobierno (estás caliente como una pipa, Luis, que arranque!), la inoperancia de la oposición (que gentileza. Solo inoperantes?) y la cobardía de muchos empresarios (a la mierda, solo se salvan los periodistas, veo) están haciendo que los argentinos empecemos a aceptar, como si fueran naturales, situaciones que no tienen ni pies ni cabeza (para vos, claro). Voy a empezar por señalar una de las últimas: las restricciones a la importación de libros (Ay, Majul). Hay pocas decisiones más arbitrarias (toda decisión es arbitraria), oscurantistas (lo seguía a Joaco, eh! Bien) y autoritarias (arbitraria y autoritaria suena como repetido, yo que se. Todo bien si no se te ocurrió otra cosa, ojo) como la que acaba de impulsar el más prepotente (dos veces PREPOTENCIA en un solo párrafo es mucho hasta para vos Luis, ponete las pilas!) de todos los funcionarios nacionales, Guillermo Moreno.

Los argumentos utilizados por autores y escritores lúcidos como Hernán Casciari, autor de Diario de una mujer Gorda y creador del proyecto Orsai, y el editor de Cultura y Espectáculos del Buenos Aires Herald, Pablo Toledo, bastarán para explicar por qué se trata de un verdadero mamarracho (los lúcidos son los que concuerdan con vos. Crack). Casciari contó que se quedó sin respuesta cuando desde una radio de Barcelona le preguntaron: "¿Por qué un científico tucumano que está suscrito a la revista Nature , tendrá que viajar, cada mes, 1200 kilómetros para retirar su ejemplar de Ezeiza?". (la respuesta correcta sería que la suscripciones individuales no va a estar retenidas en Ezeiza si la editorial hace el trámite de control de plomo, pero la verdad no es lo tuyo, yo que se) Y Toledo razonó: "La restricción de cualquier forma de discursos, ideas, de obras y de objetos culturales es una de las pocas cosas en este mundo de las que no me cabe la menor duda que está mal" (bien y mal. Dos conceptos claves en Ciencia Política. Joya).

Pero tan preocupante como la restricción es el argumento mentiroso que utilizó Moreno para justificar la decisión. (Argumento mentiroso. Ahora, si las publicaciones no contaminan, pasan. Explicame la mentira) ¡Explicó que el motivo era limitar el ingreso de productos editoriales que no cumplan medidas ambientales vinculadas con el contenido de plomo de la tinta!  (No, Luis, el uso de simbolos de admiración en notas caducó en 1890. De onda) Seamos serios (bueh) : si la preocupación del Gobierno por el medio ambiente tuviese semejante nivel de celo, la megaminería a cielo abierto en la Argentina no debería existir (megamineria a cielo abierto es igual a contaminación. Mi abuela era mas rigurosa hablando de fisica cuantica que vos de mnineria, Luis) y el Riachuelo debería ser una de las fuentes de agua más limpias del mundo (si, claro, porque 60 años de contaminación se limpian en 9. Crack). Pero si Moreno puede tomar ahora tamaña determinación es porque antes le permitieron y hasta lo alentaron, desde la Presidencia de la Nación (eso, la culpa es de la YEGUA), para impulsar ideas iguales o peores (iguales o peores?), como la manipulación de las estadísticas oficiales (jua), el ataque unilateral a una empresa determinada (una empresa determinada. La certeza del enunciado me agobia) o el maltrato personal a decenas de empresarios (?), incluidos los yerbateros de Misiones a los que habría llamado (HABRIA LLAMADO! Definitivamente, la verdad no es lo tuyo, Luis) días atrás "polacos pelotudos" y "patas sucias".

Para sostener las mentiras sobre las estadísticas oficiales, los habituales voceros de la administración ensayaron una justificación tragicómica: explicaron que al "bajar a la fuerza" el índice de inflación  la Argentina se ahorraba de pagar a ciertos bonistas del exterior intereses que estaban atados al aumento del costo de vida (Gran verdad). Por supuesto, es una falacia (no, es verdad) y una tontería (bueno, si es una falacia, para que calificarla de tontería? Digo). El día que se abra la caja de Pandora (Gran disco de Aerosmith... ah, perdón, es que me pierdo a veces) para determinar los daños verdaderos que le producen a la economía la falsificación de los datos públicos (Ah y eso lo sabes... VOS), muchos argentinos que ahora perciben este fraude como algo superficial y anecdótico (este fraude? A la mierrrrd) se van a empezar a agarrar la cabeza (yo ahora me agarro la cabeza, leyendo esto. Cuenta?), igual que lo hicieron cuando estalló la convertibilidad a la que Carlos Menem y Domingo Cavallo vendieron como un milagro para toda la vida (todos sabemos que "esto" es menemismo con DDHH).

Me gustaría que se entendiese bien lo que quiero advertir al afirmar lo peligroso que resulta aceptar las decisiones más arbitrarias como si fueran algo inocuo e incluso gracioso (Advertí, adjetivá. Te falta predecir y sos Carrió). Los gobiernos tienen todo el derecho del mundo de defender el superávit de la balanza comercial, regular el ingreso y la salida de divisas, alentar la industria nacional y evitar que entren al país productos de cualquier parte del planeta sin ningún control y a cualquier precio (Ya sabemos como es este juego, decis que estás de acuerdo en el objetivo pero no en la forma). Lo que no se puede hacer es exigir a la Fiat que, de un día para el otro, deje de importar las autopartes que necesita para entregar un vehículo completo. (viste) O presionar a los accionistas de YPF, de la noche a la mañana, para que no retiren sus dividendos después de que Néstor Kirchner acordara con los socios españoles y la familia Eskenazi que se usarían para pagar la parte de la empresa que compraron los argentinos con la bendición del ex presidente (re viste). O imponer restricciones estrambóticas (apa) para usar dólares durante los viajes las exterior.

Pero los hechos desopilantes que asimilamos como si fueran normales no se agotan en las excentricidades de Moreno. Más allá de la simpatía que puedan tener millones de argentinos por Cristina Fernández y el enorme apoyo que registró en las últimas elecciones generales (costó escribir eso, eh?), ¿qué ciudadano con dos dedos de frente puede tolerar que la Presidenta señale con el dedo, en público, en un tono liviano y casual, como si estuviera hablando de un partido de fútbol, a dos periodistas gráficos para endilgarles el cartelito de antisemita a uno y nazi y "macarto" a otro? (uh, Luis, eso ya pasó de moda) ¿En qué sistema democrático de un país en serio el gobierno sería capaz de apoderarse del horario prime time del canal público para atacar alegremente a decenas de periodistas profesionales y montar tribunales "populares" con el objeto de "condenarlos" sin juicio previo, como si se tratara de una dictadura? (ah, bueh, listo, derrapamos)

El abuso y la discrecionalidad en el ejercicio del poder no son un problema de "republicanismo" (y no, si eso existiera sería un "no republicanismo", que se yo). Se puede contar en millones de pesos y también en vidas humanas (ahhh). Dos ejemplos archiconocidos (Y si son archiconocidos, Luis, eximinos, se hace largo esto). Uno: el de las provincias que no reciben los fondos que les corresponden sólo porque no apoyaron las ambiciones políticas de Kirchner o no adhieren al proyecto de la jefa del Estado (?). Dos: la tragedia de Once, que evidencia el nivel de soberbia del Gobierno frente a las críticas, las denuncias y las advertencias que le venían haciendo los sindicatos, los usuarios, la Auditoría General de la Nación y expertos en política ferroviaria (soberbia es la palabra de moda para calificar al gobierno. Debe ser por eso de los genes montoneros).

Los que se ganan la vida atacando a periodistas sostienen que detrás de cada uno de nosotros hay intereses ocultos y un deseo apenas disimulado de que a este gobierno le vaya mal. Lamento desilusionarlos (vos nunca nos ilusionás, Luis. no nos podes desilusionar). Mis expectativas sobre esta administración son más módicas: que no utilice su poder para implementar medidas desopilantes (o sea, no querés que profundicemos); que no disponga de nuestros impuestos para financiar la continuidad de su proyecto político y para hacer negocios con sus amigos de turno (o sea, que querés que "esto" se acabe en 4 años); que asuma sus errores y no le eche la culpa de todo a Magnetto (o sea, que trate a los periodistas como fiscales de la Patria); que aclare, de una vez por todas, cuál es la responsabilidad del vicepresidente en la trama de la ex Ciccone (uh, si, el país está esperando eso), y que la Presidenta y sus ministros respondan preguntas en conferencias de prensa abiertas y no condicionadas (Medio berreta como pliego de condiciones y expectativas. Digo). Es decir: el gobierno normal (je) de una democracia efectiva (democracia efectiva?) y no el prepotente de una democracia de "baja intensidad" (Ay, el flajelo de las comillas al cuete). Algo más parecido a lo que se vio en el acto en que la Presidenta y el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, anunciaron, con la presencia de dirigentes de la oposición, el proyecto de reformas al Código Civil que harán más fácil y armoniosa la vida de millones de argentinos. En fin: menos disparates y más racionalidad (por suerte estás vos, para decirnos que es un disparate y que no. No se que haríamos sin la prensa).

2 comentarios:

  1. Cuando arranco con lo de los libros pensé que se animaba a tirar "alpargatas si, Libros no"... como me tiro un amigo el otro día, al cual decidí no contestarle para no terminar con la amistad, eso si siempre usa las notas como excusa para exigir conferencias de prensa, que es lo único que le interesa a luisito...

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    1. Pero es un chanta. Ni una autocritica. Son todos inútiles, arbitrarios, autoritarios, cobardes, menos los periodistas, a quienes silencian. Tomatelas, contame un relato mas RELATO que ese

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