Los Pomar y la policía científica
Pasado un tiempo, y con las cosas que ya sabemos, resulta interesante analizar el caso con perspectiva ¿Por qué la primer hipótesis que se investigó en el denominado “Misterio de los Pomar” fue el secuestro? ¿Y el segundo, la violencia familiar? ¿Y como tercer hipótesis, la huida por diversas razones, a distintos lugares? ¿Por qué se desechó el accidente? Son algunas de las preguntas que quedan flotando y que, seguramente, jamás van a tener una respuesta certera. Pero nos quedan algunas preguntas, ya que esta es la policía a la que el Gobernador le quiere dar plenos poderes: ¿Esta capacitada la policía? ¿Cómo puede ser que en cada crimen o tragedia, siempre hay que contar con la ineficiencia policial? ¿Esta es la policía que va a discernir si una persona que camina por la calle es merodeador o no?
El accidente de la familia Pomar, y la posterior puesta en escena de una investigación, dejó mucho más que una familia desencajada por el accidente de sus seres queridos: Dejó al desnudo la práctica policial. No le quedó claro a nadie que es lo que hicieron con la investigación. O si. No hicieron nada mas que especular con la vida privada de las victimas del accidente.
Y no es una casualidad que ese sea el razonamiento. No es un error dentro de un cúmulo de aciertos, es una muestra más. La primera hipótesis policial, siempre, es la sospecha. La policía duda, pero no usa el sentido común. No usa criterios lógicos para enfrentar las situaciones mas variadas, ya sea una investigación por accidente, ya sea un robo en un negocio, ya sea la especulación sobre un posible robo. El gatillo fácil es hijo de la sospecha infundada. Y el uso desmedido de la fuerza, es la marca histórica de la Policía de la Provincia de Buenos Aires.
Desde esa lógica razona Martín Caparrós: “Si querían terminar de convencernos de lo que ya sabíamos no se les podía ocurrir mejor sketch: que centenares de policías –“efectivos” no parece la palabra indicada– no consigan encontrar un auto rojo en el lugar donde tenía que estar, al costado de la ruta donde se perdió, y que entonces se hayan pasado veinte días intoxicando a la población con todo tipo de versiones imposibles, es un logro extraordinario y despeja cualquier duda. No se les puede siquiera sospechar mala voluntad: les convenía encontrarlos rápido y simplemente no supieron, inepsia casi pura. Ésa es la policía a la que el comandante Scioli quiere entregar más armas para que “tiren a matar”. (Martín Caparros, Critica, 11-12-2009)
¿Y como avanzar en un análisis que nos lleve a un destino posible? Entendiendo que una de las partes del problema de la seguridad es la ineficiencia, la ineficacia de la policía (y en algunos casos son EL PROBLEMA)
Horacio Verbitsky reflexiona sobre esta misma problemática: “Que Stornelli y Starc no tengan ni remota idea de qué es rastrillar una zona no es grave, porque para eso están los técnicos policiales. La peor ignorancia que ostentan es la del gobierno civil de la seguridad, porque lo han delegado en la institución policial que, librada a sí misma, deja ver cuál es su calidad. Esto tiene tanto que ver con la incapacidad como con la corrupción que, desde los tiempos del inolvidable gobernador Eduardo Duhalde, constituye el modo privilegiado de relación de la principal fuerza armada del país con la clase política bonaerense, con momentos excepcionales que duran menos que la coyuntura política que los permitió”. (Verbitsky – Pagina 12 – 10-12-2009)”
El Gobernador Scioli (y sus asesores) tiene la idea de que el problema es la falta de poder de la policía. En ese sentido fueron cada una de sus acciones, a contramano de lo que hicieron sus antecesores (Arslanian y Cafiero), cuya política fue restringir el poder de la Bonaerense y entregar la conducción de la policía a manos de civiles. Quizás este mas cerca del pensamiento del nuevo Ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, Abel Posse, quien sostiene que se logró “infectar con un virus ideológico la garantía elemental de seguridad. Impusieron la visión trotskoleninista de demoler las instituciones militares y (que) los policías se sientan más amenazados e inhibidos en la tarea represiva que los delincuentes en su agresión”. ¿Querrá decir eso el Gobernador cuando dice que la policía tiene que tirar a matar? ¿Pensarán desde el Gobierno de la Provincia que “Muchos "garantistas" pagaron su lujo humanista con los cadáveres humanísimos de ciudadanos honestos acribillados delante mismo de sus hijos o padres, mujeres violadas y decenas de policías que mueren sin afecto oficial ni el respeto debido a su profesión imprescindible y peligrosa” como lo escribe en nuevo Ministro de Educación porteño en La Nación?
El Código Contravencional propuesto por el Gobernador de la Provincia es malo en si mismo. No respeta las garantías constitucionales básicas ni establece criterios lógicos a la hora de prevenir un delito. Pero en manos de esta policía, incapaz de encontrar un auto rojo, al costado de la ruta, que desecha la hipótesis del accidente con una liviandad que asusta y que genera dudas a cada paso, este nuevo código contravencional es un arma peligrosísima. Le otorga una discrecionalidad y una autonomía, a un cuerpo acostumbrado a tirar primero y preguntar después, a hombres (como quedó demostrado en este caso) cuya única herramienta para resolver casos es la utilización de informantes. Sin eso, se transforman en un perro que busca su cola. En síntesis, una policía poco profesional, no capacitada, acostumbrada mas al negocio que a su función, se transforma mas en un problema que una solución. La descomposición de un sistema basado mas en la complicidad y la represión, que en la prevención, trae aparejado situaciones como esta, donde los policías se muestran incapacitados de resolver una situación, en principio, bastante simple.
Quizás llegó el momento de repensar la coyuntura, y empezar a ver que, sin una policía altamente calificada, comprometida con su trabajo, cualquier ley, incluso la mejor ley técnicamente posible, va a naufragar. A las medidas de largo plazo que ya conocemos (invertir en educación, en trabajo, en salud), hay que agregarle invertir en capacitación policial, que transformen a esta policía, de una vez, en una policía de la democracia, que cumpla su rol y no despierte sospechas por donde vaya.
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