Históricamente el comportamiento político de los habitantes de la ciudad se ha enfrentado al sentir del resto del país, que a partir de su posicionamiento geográfico atrás de la puerta de entrada que es el puerto, se ha denominado interior. La ciudad se construyó mirando al Atlántico, intentando copiar las modas que venían de Europa, y los estilos de vida que los hicieron y hacen sentirse diferentes con respecto al argentino promedio, que además puede tener la piel un poco más oscura.
Esta ciudad que se cree autónoma siendo la capital federal es la que ha construido su identidad en función de un pensamiento que hoy es erróneo del poder. Si con Julio Roca el poder empezó a representar también a las oligarquías del interior, el estilo y la forma de vida debían ser las porteñas, en la construcción de esta ciudad sucedió un acuerdo que permitió seguir pensando que los porteños eran especiales con respecto al resto. Al poder central de la Nación se le oponía un pequeño poder de la ciudad que estaba en cada uno de los habitantes que querían vivir como si estuvieran en Europa.
En la emergencia del peronismo con sus trabajadores en las plazas los habitantes de la ciudad a través de sus representantes lo vivieron como una invasión. La ciudad fue su trinchera para oponerse a lo que ellos creían era el poder absoluto. Otra vez fue la oposición de un sentir, que se quería nacional, contra un sentir de una región particular que no quería ser domesticada, aunque le llenaran de negros el Colón, sabían que algún día lo recuperarían. Seguían teniendo el Obelisco como símbolo fálico del triunfo cultural del puerto contra el interior.
Desde 2003 para acá otra vez en el país hay un proyecto nacional que busca levantar las banderas de la soberanía y la independencia nacional y tiene una gran mayoría que se inclina por seguir el camino de la independencia económica y la justicia social. Pero se enfrenta nuevamente contra los habitantes de la ciudad que eligen valorar más el parecer que el ser. Es la cultura copiada que hace que nosotros los porteños debamos imitar a otros, pero nos creamos nosotros mismo que estamos resistiendo. Y ayer se jugó una pequeña épica, no permitirle al gobierno central el poder absoluto, quizás uno de los principales errores para interpelar a este electorado haya sido proponer que la ciudad se sume al proyecto nacional. Por ahora una mayoría importante de porteños quieren seguir viviendo en su fantasía de independencia y libertad contra un poder nacional opresor pasando por alto las minucias de los poderes concentrados de la economía, reflejados en los medios, etc. Por eso el jefe de gobierno elige o le eligen, hoy no importa, hablar de pueblo libre. es a la historia que está llamando.
Para el resto del país esta elección refleja un sentir que expresa que si los porteños, a los que generalmente no se quiere, eligen ese gobierno entonces el proyecto continua por su buen camino.
Nosotros los porteños que no queremos vivir en una ciudad desconectada con el tenemos hacia adelante una tarea ardua, pero es para la que nos hemos preparado y a la que denominamos batalla cultural.
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